Al trabajo en Chao Gong
Me he vuelto un Laoshi (老师), un maestro, an english teacher.
ME HE OBLIGADO, CON GUSTO, A SER UN PEATÓN QUE SE DIRIGE A SU TRABAJO A LAS 6 DE LA MAÑANA POR LAS CALLES DE BEIJING.
Llevo ya dos sábados levantándome a las 5:30 de la mañana. Nervioso, excitado, me he tomado mi baño, preparado y salido a la calle para tomar mis urbanos. En total son tres camiones los que debería pero he jugado a que camino antes o después y me ahorros unos billetes por conocer más los barrios. Mi clase empieza a las ocho de la mañana. Tengo dos grupos de niños que desean aprender inglés o que cuando menos, tienen padres que desean que ellos lo aprendan. Tengo una asistente excelente en clase. Sin ella sería difícil conectar con mi primer grupo, el menos avanzado, el que poco inglés entiende. Entre 6 y diez años tienen los pequeños aprendices. No uso el método confuciano, no, uso el método teatral para que me hablen en ésta, su nueva lengua. Confucio no estaría orgulloso de mí. Pero Stanislavsky y Barba tal vez se interesarían. La primera clase no hablé ni una sola palabra en chino, no podía hacerlo en realidad. El segundo sábado ya he escupido varias palabras para asombro de los niños. No sé si disfrutan la clase, sé que no se la pasan mal pero no tengo antecedente para saber que piensan y sienten conforme a esas horas en aquel salón de clases en el “Palacio de los Niños”. Algo que sí conozco es su fascinación por las onomatopeyas del Laoshi blanco. A cada sonido que produzco vienen sonrisas e imitaciones exaltadas, yo hablo sin palabras muchas veces. Si cierran los ojos, me comunicaré con mis sonidos, si no escuchasen, recurriría a la mímica, me haré entender. Sin asegurar todavía, parecer ser que en una semana comienzo ya con otro trabajo más intenso, Laoshi para adultos toda la semana. Esperaré confirmar positivamente después.
Mis clases de mandarín ya han comenzado. Una escuelita privada reconocida me alberga en sus cuartos por dos horas diarias mientras yo correspondo con pagos quincenales bajos. De compañeros, a indios, coreanas, gringos y colombianas. De maestra, una china sureña que me obliga a pronunciar como en su región y no como en la capital, es divertido. Yo me aferraré a hablar como capitalino, la forma más aceptada de este idioma.
Seguiré en contacto. Prepararé algo de mayor frescura para la próxima, esperaré a que llegue el estado adecuado. Éste es el que predomina ahora, no iré contranatura. Sí, estoy serio y pensativo pero estoy aquí para ustedes. Hasta pronto.
ME HE OBLIGADO, CON GUSTO, A SER UN PEATÓN QUE SE DIRIGE A SU TRABAJO A LAS 6 DE LA MAÑANA POR LAS CALLES DE BEIJING.
Llevo ya dos sábados levantándome a las 5:30 de la mañana. Nervioso, excitado, me he tomado mi baño, preparado y salido a la calle para tomar mis urbanos. En total son tres camiones los que debería pero he jugado a que camino antes o después y me ahorros unos billetes por conocer más los barrios. Mi clase empieza a las ocho de la mañana. Tengo dos grupos de niños que desean aprender inglés o que cuando menos, tienen padres que desean que ellos lo aprendan. Tengo una asistente excelente en clase. Sin ella sería difícil conectar con mi primer grupo, el menos avanzado, el que poco inglés entiende. Entre 6 y diez años tienen los pequeños aprendices. No uso el método confuciano, no, uso el método teatral para que me hablen en ésta, su nueva lengua. Confucio no estaría orgulloso de mí. Pero Stanislavsky y Barba tal vez se interesarían. La primera clase no hablé ni una sola palabra en chino, no podía hacerlo en realidad. El segundo sábado ya he escupido varias palabras para asombro de los niños. No sé si disfrutan la clase, sé que no se la pasan mal pero no tengo antecedente para saber que piensan y sienten conforme a esas horas en aquel salón de clases en el “Palacio de los Niños”. Algo que sí conozco es su fascinación por las onomatopeyas del Laoshi blanco. A cada sonido que produzco vienen sonrisas e imitaciones exaltadas, yo hablo sin palabras muchas veces. Si cierran los ojos, me comunicaré con mis sonidos, si no escuchasen, recurriría a la mímica, me haré entender. Sin asegurar todavía, parecer ser que en una semana comienzo ya con otro trabajo más intenso, Laoshi para adultos toda la semana. Esperaré confirmar positivamente después.
Mis clases de mandarín ya han comenzado. Una escuelita privada reconocida me alberga en sus cuartos por dos horas diarias mientras yo correspondo con pagos quincenales bajos. De compañeros, a indios, coreanas, gringos y colombianas. De maestra, una china sureña que me obliga a pronunciar como en su región y no como en la capital, es divertido. Yo me aferraré a hablar como capitalino, la forma más aceptada de este idioma.
Seguiré en contacto. Prepararé algo de mayor frescura para la próxima, esperaré a que llegue el estado adecuado. Éste es el que predomina ahora, no iré contranatura. Sí, estoy serio y pensativo pero estoy aquí para ustedes. Hasta pronto.
2 Comments:
Estimado Lojero (sí, como Relojeron pero sin la Re), leo con cierta regularidad tu diário, y me imagino tus aventuras. Estoy orgulloso de tí, porque siempre estás donde quieres estar....felicidades!!!
Qué tan prolongada sería tu estancia, o es una pregunta pendeja??
saludos
Pues saludos entonces ahora colega. Dar clases es lo máximo. Bienvenido al gremio.
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